19 de noviembre de 2012

Alva Myrdal

Por Lina Gálvez Muñoz
 
Los análisis comparativos de los Estados de bienestar muestran grandes diferencias en relación a la igualdad de género y el grado de independencia del mercado que tienen las personas en los distintos países. Esto ha llevado a establecer clasificaciones de los Estados en relación a lo “amigable” que éstos sean para el bienestar y la libertad de las mujeres. Esa clasificación está encabezada en todos los estudios por los países escandinavos, y especialmente por Suecia.

La figura de Alva Myrdal (1902-1986) es clave para entender la singularidad del Estado de bienestar sueco y su liderazgo en los logros de igualdad de género. Alva Myrdal fue una científica social, política y diplomática sueca, que participó en la configuración del estado de bienestar desde el análisis teórico y la práctica política.


En su contribución teórica destacan entre sus numerosas obras: The Crisis in the Population Question (con Gunnar Myrdal, 1934); Nation and Family (1941); o Women’s Two Roles (con Viola Klein, 1956). Aunque tal vez sea su primera gran obra, La crisis de la cuestión demográfica, la que mejor explique su contribución al diseño del modelo sueco.


Esta obra está escrita en un contexto de baja fecundidad y su objetivo es poner de manifiesto la centralidad de la infancia en la consecución del bienestar común y, por tanto, en la acción política. En esta obra, Alva y Gunnar Myrdal compartían las demandas de los conservadores en torno a la centralidad política de la familia y la promoción de la natalidad, pero las reformularon en clave feminista: las mujeres debían tener un papel activo como ciudadanas –incluyendo el acceso al empleo–, y los hombres debían tenerlo como compañeros activos en la crianza de los niños. Mientras que la acción del Estado a través de los servicios sociales debía permitir que esos dos roles pudieran materializarse.


Alva y Gunnar Myrdal no centraron su análisis en las razones de las parejas para tener hijos, que consideraban constantes a lo largo de la historia, sino en las que les llevaban a no tenerlos. Estas razones eran de tres tipos. Primero, las vinculadas a la inseguridad de la sociedad industrial liberal e individualista que había dejado a amplias capas de la ciudadanía desarropadas. Segundo, las relativas a los cambios que se habían operado en la división del trabajo en las familias, no por el acceso de las mujeres al empleo, sino por el éxodo de los hombres de la casa a la fábrica. Y por último, pero de mayor importancia, se encontraban los motivos económicos. En la sociedad industrial los hijos no suponían ningún ingreso y en cambio generaban muchos costes, sobre todo para las familias más pobres. Por ello, la solución era repartir esos costes entre toda la sociedad a través de un estado redistribuidor, el Estado de bienestar, que además debía garantizar el acceso al empleo de toda la ciudadanía.


Tras escribir esta obra, Gunnar Myrdal fue requerido por varias universidades y organismos, mientras que Alva no recibió ninguna oferta. De hecho, ella siguió siendo madre de familia e intelectual freelance vinculada a distintas comisiones gubernamentales hasta la edad de 47 años, teniendo que aguantar ser increpada como mala madre por participar en actos públicos y académicos a horas en las que una madre debía estar cuidando de sus hijos pequeños. Insultos que por su supuesto nunca recibió su marido y padre de sus tres hijos.

Pero además de su contribución teórica, Alva fue una socialdemócrata que lideró varias comisiones gubernamentales como la del Trabajo de las mujeres (1935-1938) en la que se discutió el derecho al empleo de las mujeres casadas, argumento al que Alva Myrdal dio la vuelta, abogando por el derecho de las mujeres trabajadoras a poder formar una familia y tener hijos gracias a la corresponsabilidad del Estado en el cuidado de los niños con la puesta en marcha de los servicios sociales.


Con 47 años, en 1949, obtuvo el cargo más alto que hasta la fecha había ostentado una mujer en un organismo internacional al ser nombrada Directora del Departamento de Asuntos Sociales de Naciones Unidas. También fue directora del Departamento de Ciencias Sociales de la UNESCO. Posteriormente fue miembro del Parlamento y del gobierno sueco, así como delegada sueca en la Conferencia internacional sobre desarme en Ginebra entre 1962-1973. Esta experiencia le valió para escribir su última gran obra The Game of Disarment (1976), y obtener el Premio Nobel de la paz en 1982, igualando en honores a su marido, Gunnar Myrdal, que había obtenido el de economía en 1974.


Sin embargo, la biografía de Alva Myrdal también contiene sombras, como su apoyo a la política de esterilización llevada a cabo por el gobierno sueco en los años 30 del siglo xx. Aunque hay que decir que no participó en la redacción de las leyes, ni en su implementación. Además, su apoyo no estuvo condicionado por creer en la eugenesia que tan en boga estaba en aquella época, sino en su convencimiento de que el bienestar de los niños estaba por encima del derecho de los adultos de ser padres.

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